Pasar velas enteras y consumidas durmiendo en paladares extraños
no te hace sentir sus labios más fuerte,
pero te trae mares de azules peces sonrientes.
Un sueño o una lengua de vino amargo o unas palabras en el oído
como tiemblas a la soledad,
cómo echas de menos volar en pesadillas diurnas.
Así que seguimos moviéndonos, como estrellas en el cielo, sin rumbo y sin ruta,
sin un alma que nos dice que paremos a recoger unos periódicos,
y sin sueños perdidos en corazones rotos.
Así que seguimos nadando, como rémoras en el mar,
recogiendo pedacitos de arena que poner en tu tarta de cumpleaños,
y sin esperanzas, fundadas o infundadas, sobre callejones sin salida.
¡Cuánto añoro unas manos cálidas recogidas con un edredón!,
rozando por casualidad un segundo una tibia mirada callada
y temblando como miradas que se esquivan en un continuo juego.
Unas noches tomabas la luna como si fuera sidra, con desgana,
y otras como una lata de Coca Cola
y otras pensabas que podías cogerla con los dedos y darla vueltas y hacerla reír.
Aquella noche sólo tomaste un momento sus ojos,
y sueñas todavía que sólo te miran a ti cuando se cierran
pero las promesas vacías son como las no formuladas nunca.
Y miles de miradas y de momentos y de latidos de corazón suenan al unísono,
te preguntas, “¿tan callado estaba que no oía nada?”
pero eran sólo tus ojos, que estaban cerrados como esmeraldas.
Y sería genial ser como estrellas y nadar en el cielo,
pero no quedan estrellas hoy y mañana estará nublado
así que supongo que siempre nos queda imaginárnoslas.
Fotografía: www.emeclick.com
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